Todo se ha terminado. Todo ha sucedido, pero no todo ha de pasar. Se irá, pero nos dejará grabadas nuevas imágenes, nuevas sensaciones que harán que, allá por el 17 de abril de 2011, cuando todo recomience, nada vuelva a ser como hasta ahora. Nunca habrá dos semanas santas iguales.
Esta tarde de domingo vendrá siempre teñida de una nostalgia anticipada, porque somos conscientes de que vivimos ya, de nuevo, a la espera. Luego volverá el día a día y la soledad se irá vistiendo con distintos ropajes. Sentiremos el calor de los nuestros y volverán las esperanzas. Pero eso será dentro de unos días; los que tarden el cuerpo y el espíritu en recuperarse de tanta belleza, de tanta emoción, de tanto sentimiento concentrado como hemos vivido los últimos días.
Ahora la vida sigue. El tiempo, que se detuvo al paso del Gran Poder, retoma su marcha. El reino de este mundo volverá a imponerse en su día a día. Mañana, como todos los lunes de Pascua, todo volverá a ser igual, pero ya nada volverá a ser lo mismo.
Cualquier lejano forastero, a primer golpe de vista habrá comprendido que acaba de ocurrir algo grande en nuestra Ciudad. Porque el paso de una nueva Semana Santa “casi de puntillas” por delante de nuestras vidas, por la cual hemos estado viviendo y luchando todo un año para alcanzar lo inalcanzable, para ser protagonistas de nuestro propio sueño, para acariciar el más deseado anhelo y para revivir lo que vivieron nuestros abuelos, inundando este paraíso terrenal de infinitas sensaciones, ya quedará para siempre clavado en nuestros corazones.
Y ésta es nuestra cofradía, la de hermanos todos. Donde debajo de cada túnica un sentimiento. De silencio y penitencia.
Nuestros costaleros, que se esfuerzan, que resisten, y que cada año se intentan superar al marcar con arte cada chicota. Recordamos a la cuadrilla de Jesús del Gran Poder, de costaleros de pasión, de amor por su Cristo. Cristo que sufre, que cae rendido al suelo por el peso de su cruz, pero ahí están con él sus costaleros, llevándolo mas ligero hacia su calvario.
Y esa cuadrilla de palio, que la mecen para que la brisa le seque las lágrimas de su cara. Ese sentimiento de cada levantá. Nuestra madre, la Virgen de los Dolores, la que perfuma de esperanzas las calles de Almendralejo. La que nos recuerda que sin fe estamos perdidos, y nos recuerda que Cristo muere ese día pero permanece vivo en nuestros corazones.
A vosotros hermanos, gracias, por un año más. Tened en cuenta que si nos faltara vuestro apoyo, nuestra vela de penitencia se acabaría consumiendo.
1 comentario:
Impresionante lo que acabo de leer, me ha encantado, que manera de sentir y que pena que todavía falte casi un año para volver a sentir lo mismo.
Un saludo de un Hermano y Costalero del Gran poder.
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